El viaje hacia el coche conectado
Imagina circular por la Highway 1 de California al mando de un Tesla. Gracias a la conducción automática que ofrece, se podría disfrutar de un rato tranquilo leyendo, por ejemplo, el periódico. El coche, podría encargarse de pedir tu café favorito en esa franquicia que tanto te gusta, el día en que, de camino al trabajo por la ruta más idónea en términos de tiempo y distancia, detectara, tras un análisis de tus constantes vitales, que sería conveniente parar, porque, además, resulta que hay una oferta irresistible en el local. Con leche, cargado, una nube de nata y cucharada y media de azúcar moreno, por favor.
Imagina que el coche que hace años le pisaba los talones a vuestro coche familiar en la A6, ahora es capaz de informar al tuyo de que circula a mayor velocidad justo antes de ponerse detrás. El tuyo por su parte, será capaz de saber que el carril de la derecha está vacío y automáticamente iniciará la maniobra de desplazamiento para dejar pasar al primero.
El futuro es hoy. Lo que hace diez años se nos antojaba casi ciencia ficción, hoy es prácticamente un hecho, el coche conectado comienza a ser una realidad.
Así empezó todo
La idea de coche conectado surgió hace dos décadas, en 1.996, de la mano de General Motors, con la creación de OnStar. Se creó con el objetivo principal de reforzar la seguridad, fundamentalmente en caso de accidentes. El funcionamiento era sencillo, ante una incidencia, cuando se detectaba que el airbag se había disparado, se producía una llamada de emergencia a un call center, dónde un operador atendía la llamada de voz.
A partir de ese momento, comenzó una frenética carrera por implementar mejoras; inicialmente las llamadas de emergencia eran sobre voz, y con el tiempo se desarrolló la capacidad de localización vía GPS con las conexiones de datos.
En 2.001 llegó el diagnóstico en remoto; en 2.003 los chequeos, y en 2.007 la telemática de datos. Desde entonces, y con la mejora en la conectividad móvil, la capacidad de poder capturar y enviar datos desde cada vehículo a un hub de información, fue creciendo de forma exponencial.
2.014 sorprendió al mundo con el primer coche con un hotspot WiFi 4G LTE. Audi lo hizo posible.
Acariciar el sueño
Para cualquier usuario, desde que internet se democratizó instalándose en los hogares, el mundo comenzó a soñar con incluir las funcionalidades de internet en sus vehículos. La comodidad de poder hacer búsquedas en Google, o leer y responder emails fuera de casa, se antojaba como un nice to have, de momento inalcanzable.
Con el paso del tiempo, las redes 3G evolucionaron a nivel de cobertura y ancho de banda, sobre todo, y este deseo se convirtió en realidad. Hoy, cualquiera ve normal consultar su correo, o ver una película en streaming mientras viaja en coche. Por supuesto, siempre como pasajero.
Tipos de comunicación
Entrando al detalle de lo que significa el coche conectado en términos de comunicación, se observan dos vías:
- Car-To-Infrastructure (C2I): comunicación entre el coche y la infraestructura. Un ejemplo de esto sería el hecho de que comunicar un semáforo con el coche arrojaría el dato de que el semáforo está en rojo momentos antes de llegar a él.
- Car-To-Car (C2C): comunicación directa entre coches. Esta es la vertiente más potente; el coche que nos precede, podría darnos información directa de lo que sucede: si en ese milisegundo ha activado los airbags, o el ASR, o el ABS… Si pensamos en que la comunicación de ese coche puede venir de la que establecen entre si n coches previos, el potencial de esta capacidad se dispara de forma exponencial.
Grandes desafíos
En este apasionante viaje hacia el coche conectado, no todo es sencillo, y mejor que así sea. Ese es el reto; del mismo modo que el Big Data ha irrumpido con fuerza en el mundo de la tecnología, lo ha hecho, para quedarse, en el universo del coche conectado: a día de hoy, un coche es un generador masivo de datos, cuyo volumen sigue creciendo con la evolución de la sensórica:
Así las cosas, cada coche conectado genera alrededor de 25 GB de datos por hora. Si conducimos, de media, unas 600 horas al año, el volumen total de información que genera al año un coche conectado es de 15 TB.
A la luz de estos datos, no es difícil imaginar que, si en 2.025 habrá ya varios cientos de millones de coches conectados, el volumen de información a enviar, ingestar, procesar y almacenar, será muy elevada, con el consiguiente desafío que esto le va a suponer a la industria de las telecomunicaciones.
Los estándares en las comunicaciones son otro reto a superar, no tanto en las C2I -más sencillas a nivel de protocolo a consensuar-, sino en las C2C, donde cada fabricante ha de ponerse de acuerdo con los demás o con un organismo neutral de estandarización, que defina los términos en los que se va a producir este diálogo. Hay que tener en cuenta que mientras que en el caso C2I, la comunicación se produce siempre hacia o desde la infraestructura de las diferentes carreteras, en el caso del C2C, los vehículos han de ser capaces de entenderse entre sí.
La seguridad a debate
Como en todo sistema informático, en el momento en que conectamos nuestros vehículos a Internet, se pone de manifiesto la necesidad de reforzar la seguridad desde, al menos, dos ángulos:
- Seguridad de la información: Es inadmisible que alguien no autorizado, pueda llegar a tener acceso a la información de nuestro vehículo, y a datos como conocer nuestro itinerario, nuestra velocidad, la ubicación exacta del coche e incluso obtener imágenes de su interior.
- Seguridad física: tampoco entra dentro de lo permitido a nivel de seguridad, que cualquiera pueda llegar a controlar nuestro vehículo desde el exterior, aumentando, por ejemplo, la velocidad, activando los airbags o simplemente encendiendo o apagando las luces o los limpiaparabrisas a discreción.
En ambos casos, está claro que queda mucho por desarrollar. Si bien es cierto que ya hay muchos pasos dados, el futuro se presenta ante nosotros como un abanico de posibilidades a mejorar. Todos hemos leído casos de hackeos de vehículos, bien sea a través del acceso a su información, a su sistema multimedia, o tomando el control de forma remota, como pasó en 2015 con Jeep Cherokee.
En este sentido, y en relación con el tema de la protección de la información, la nueva regulación europea GDPR (General Data Protection Regulation) establece que han de tratarse como protegidos los datos no estructurados, como son las imágenes o documentos, y hacerlo de la misma manera que se tratan los datos personales ampliados. Por otro lado, el consentimiento sobre el uso de la información ya no podrá ser tácito, sino que ha de ser expreso. Por todo ello, y al establecerse a partir de esta regulación que parte de los datos que se manejan en el ecosistema del coche conectado serán datos sensibles, el impacto que tendrá la misma en la evolución de las plataformas va a ser, al menos, relevante, puesto que gran parte de la potencia de esta tecnología se basa en los propios datos y en su procesado y análisis.
No obstante, igual que sucede con los smartphones, los sensores o nuestros propios ordenadores, en el ámbito de la seguridad y la privacidad se avanza de manera ágil, y poco a poco se van implementado más y mejores mecanismos para garantizarla. La tecnología para certificar la seguridad en el coche conectado será capaz de ofrecer un escenario de tranquilidad absoluta.
Un viaje apasionante por el mundo de la tecnología en el que cada paso nos acerca a esa otra realidad que es el coche autónomo, un horizonte al que aspirar y que poco a poco va tomando forma.
Evolucionamos, crecemos, disfrutamos.