«Fintech» y el sector bancario. Miedo no, respeto sí.
Por Álvaro Saavedra
“Fintech” viene de la contracción de las palabras inglesas «finance» y «technology». Según la definición de Wikipedia, engloba a los servicios o empresas del sector financiero que aprovechan las tecnologías más modernas para crear productos innovadores.
Sin embargo, al ser un término bastante reciente existen diferentes interpretaciones; así, otras personas se refieren a fintech como “compañías tecnológicas que ofrecen servicios financieros al margen de las grandes compañías tradicionales”.
Fintech es a día de hoy uno de los sectores más interesantes por las grandes expectativas, ideas e inversores que genera. Ideas y servicios… ¿cómo cuáles? Aquí es donde entra en juego la creatividad del emprendedor y su visión sobre qué necesita el mercado. Pagos y transacciones, banca online, negociación de mercados, gestión de materias primas, financiación colectiva, desarrollo de sistemas de seguridad financiera, asesoramiento online, monederos digitales… Las posibles combinaciones para desarrollar y crear una startup que se denomine fintech son tantas como las que imagine quien se lanza a la aventura. Todo en el entorno de páginas web, aplicaciones móviles, o con gestión más tradicional, pero dentro de entornos tecnológicos.
En el sector financiero, todavía poco acostumbrado a la disrupción de competidores externos, la aparición de las startups fintech, que combinan un uso eficaz e imaginativo del talento, ha creado una sensación de alarma. La posibilidad de que la banca sea desintermediada como antes lo fueron otras industrias empieza a ser objeto de debate en diferentes fórums y medios de comunicación.
En 2014, la inversión mundial en empresas fintech se triplicó respecto al año anterior, llegando a los 12.200 millones de dólares. Según un estudio de la empresa Accenture, una parte muy importante de estas inversiones se situó en Estados Unidos, pero en el mismo informe se destaca que Europa es el mercado donde más crecen este tipo de inversiones, con un aumento de un 215% en 2014 respecto al año anterior, lo que representa unos 1.480 millones de dólares.
Dada la variedad de servicios que prestan las fintech, las podríamos intentar clasificar -en función de su posición frente al negocio bancario- dentro de los siguientes grupos:
– Las que sirven a segmentos de clientes no interesantes para los bancos. El ejemplo más destacado son las plataformas de crowdfunding y P2P lending, que financian ideas y empresas que difícilmente podrían materializarse de otra manera.
– Las que aprovechan ineficiencias en los procesos bancarios y prometen un mejor servicio. En general utilizan la tecnología para ofrecer un servicio más rápido y barato que el ofrecido por los bancos. El ejemplo más destacado lo tenemos en la compra-venta de divisas donde, a través de plataformas, las empresas fintech ponen en contacto a compradores y vendedores de divisas para que realicen su transacción de manera mucho más rápida y barata.
– Las que compiten directamente con los bancos ofreciendo servicios similares a los mismos clientes objetivo. Generalmente en sectores rentables como la Banca Privada, donde el tratamiento personalizado que ofrecen los bancos a sus clientes está siendo amenazado por herramientas de gestión de carteras y planificación financiera que construyen un perfil de riesgo y un asesoramiento personalizado a través de cuestionarios al cliente y sofisticados algoritmos matemáticos.
– Las que construyen sobre las infraestructuras existentes de los bancos, a nivel tecnológico, de datos y de cercanía al cliente, para ofrecer nuevos servicios, como pago por móviles, agregadores o empresas de Big data. Lo que aparentemente es una relación de win-win (el cliente se beneficia de una mejor oferta de servicios y los bancos y empresas fintech se reparten el nuevo mercado) es en realidad la gran amenaza para la banca tradicional, al perder la relación con el cliente. Es en este entorno donde no solo aparecen las fintech sino empresas como Google, Amazon o incluso no tecnológicas, como Starbucks que, basándose en su elevado conocimiento del cliente, podrían llegar a convertir a los bancos en meros proveedores de servicios.
– Y, por último, aquellas que ofrecen productos y servicios disruptivos capaces de transformar la industria financiera con el ejemplo más claro de Bitcoin y su estructura descentralizada (blockchain). Para entender sobre la tecnología de blockchain y cómo puede ser aplicada es especialmente recomendable el artículo de Arvind Krishna “Blockchain: It Really is a Big Deal”.
Ante todo lo anterior, lo que sí que parece claro es que la banca comercial tradicional necesita evolucionar hacía una banca digital si quiere mantener su posicionamiento en este nuevo entorno. Pero ¿qué es la banca digital? Podría definirse como aquella capaz de establecer una relación con los clientes en cualquier momento y en cualquier lugar, aprovechando el poder de los datos y proporcionando una experiencia única al cliente. Un ejemplo es el de Tangerine Bank, diseñado para el mundo digital; inicialmente nació sin ningún tipo de oficinas y en su lugar ha desarrollado el concepto de “cafés” como lugar de interacción y socialización con los clientes. Con gran sencillez y simplicidad de productos y de diseño, busca ser atractivo para los nativos digitales (millennials), con servicios como Save Anywhere™.
El camino hacia la banca digital ya está en marcha y no tiene vuelta atrás. La transformación digital implica cambiar el negocio. IBM posee las capacidades y tecnología necesarias para ayudar a los bancos a evolucionar hacia el mundo digital y proporcionar esa experiencia de cliente superior. Estamos hablando básicamente de proporcionar todas aquellas capacidades necesarias que permitan una interacción avanzada con los clientes (movilidad, multimedia, procesamiento del lenguaje natural, asesores virtuales, etc.), omnicanalidad (soporte multicanal, procesos sin fisuras entre dispositivos y canales, etc.) y personalización (visión 360º de clientes, información contextualizada, monitorización de la experiencia de cliente, etc.).
No basta con la mera implantación de soluciones tecnológicas. Es necesaria una revisión exhaustiva del modelo operativo de la entidad y una reestructuración profunda de la cultura digital, servicios centrados en el cliente y modelos de incentivación, como iniciativas críticas que deben abordar las entidades bancarias en su programa de transformación al modelo digital.