¿Qué más podemos inventar?
Por Fernando Pedrazzoli
Tal vez esa pregunta se la hiciera alguna vez Charles H. Duell, Comisario de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos a fines del siglo XIX, a quien se atribuye la ingenua frase: “Everything that can be invented has been invented”. Pero la misma autoría de esa frase no es ni más ni menos que un invento, ya que surge de una sátira sobre el cambio de siglo publicado por la revista británica Punch en 1899 y no de Mr. Duell.
La pregunta que abre este artículo me la planteé yo mismo hace unos cuantos años, cuando recibí la notificación de la aprobación por parte de la oficina de Patentes de los Estados Unidos de mi primera patente. En realidad, primero surgió como una exclamación de admiración: “Ya he logrado hacer una patente. ¡Qué más podría patentar!”. El hecho de que mi formación y desarrollo profesional se circunscribiera al mundo de las finanzas y no al tecnológico hacía presumir que la respuesta sólo se quedaría en la admiración. El haber trabajado en distintas industrias y en algunas muy enraizadas en tecnologías punteras sin duda tenía entidad suficiente para haber alcanzado mi primera patente; pero hubo algo más que me hizo cambiar los signos de admiración por los de interrogación.
IBM ha obtenido más de 65.000 patentes (65.076 para ser preciso) en lo que va de siglo, es decir, más de 12 patentes al día, o una cada dos horas. Y no se producen solamente en los laboratorios, sino en toda la empresa. Sin duda, para registrar una patente hay que tener un enfoque creativo, pero la buena noticia es que la creatividad se puede entrenar, y un entorno así la contagia y la potencia. Un entorno tal, constantemente innovador y dinámico tanto en tecnología como en procesos, en visión de mercado como en implicación con los clientes, se impregna en la forma en que personalmente vemos los problemas y los obstáculos que se nos presentan día a día. A mí me ocurrió que el estar expuesto a esa actitud innovadora activó mis capacidades, sacando lo máximo de mí y así la admiración se convirtió en reto: «¿Qué más puedo patentar?»
Sin duda, haber logrado mi primera patente fue un hito importante, primero por sentirme partícipe de los logros de mi empresa y segundo porque todo el esfuerzo vertido en el proceso había logrado sus resultados. Pero más importante que esos dos factores fue el tomar conciencia de que mi capacidad creativa podía materializarla en resultados concretos y que, entrenando mi pensamiento creativo, podría lograr nuevos resultados, tanto en patentes como en mis tareas específicas de negocio. Decidido a hacerlo realidad me propuse el objetivo de obtener una segunda patente, lo que se tradujo en entrenarme en ver los desafíos de negocio con una mirada más creativa y aportar soluciones más eficientes a los retos del día a día. Pronto se convirtió en un proceso que se retroalimentaba: hacer una nueva patente ponía en marcha al máximo mi capacidad creativa, la cual luego aplicaba al negocio y, al hacerlo, motivaba más mi actitud creativa. Así, pronto llegaron la segunda patente, la tercera y las siguientes.
Lo que realmente es necesario para hacer una patente es examinar los problemas con una mirada nueva, con una mirada distinta, con una mirada “personal” y unir los puntos como nadie los haya unido antes y, si se hace en equipo, mejor. Muchos problemas están buscando una solución más eficiente, muchas necesidades van evolucionando al ritmo de las épocas, muchas soluciones necesitan nuevos campos donde poder aplicarse. Ésa es la tarea del inventor. Un invento no es más que la creatividad materializada.
El afrontar ese reto con decisión nos ha permitido a muchos de los que formamos IBM España el contribuir al logro de nuestra empresa de obtener durante los últimos 20 años el liderazgo en innovación y récord de patentes, habiendo aportado en 2014 desde España algunas patentes que nos permiten construir un planeta más inteligente.
Los conocimientos cada vez mayores que la humanidad va alcanzando y la dinámica del mercado actual nos dan una enorme oportunidad para ser innovadores. Combinar la dosis justa de audacia, experiencia, esfuerzo y riesgo es la clave para ser líderes en el mundo globalizado en que vivimos, y en IBM lo hacemos cada dos horas.