Claves y retos de las ciudades inteligentes
Por Elisa Martín Garijo, @ElisaGarijo (*)
¿Puede latir una ciudad? ¿Las grandes urbes son realidades inertes? Este tipo de preguntas puede aparentemente no tener mucho sentido. Sin embargo, la respuesta es diferente cuando se aborda la posibilidad de que las ciudades resuelvan las necesidades de sus habitantes de forma inteligente.
¿Cuáles son las características de las smart cities? Lo primero que hay que tener en cuenta es que no hay dos ciudades iguales, dado que de cada una emana una personalidad, una cultura y una forma diferente de adaptarse a la vida de sus ciudadanos. De la misma forma que los seres humanos desarrollamos nuestra forma de ser según los conocimientos y las experiencias vitales, las ciudades hacen lo mismo y respetan sus propios genes según crecen y evolucionan. Esta relación “genética” variará según el entorno social, cultural, económico y político en el que sus ciudadanos conviven. Y he ahí donde reside la clave por la que el funcionamiento de una ciudad inteligente nunca será igual al de otro.
La vida urbana se modela según una serie de infraestructuras y sistemas que “conviven” y se interrelacionan simultáneamente entre sí. Por este motivo, podemos afirmar que una ciudad es, por tanto, un “sistema de sistemas” totalmente conectados entre sí. La diferencia entre las ciudades que son inteligentes y las que no radica en que en las primeras las administraciones públicas tienen un mejor conocimiento y control de cómo todos estos subsistemas interaccionan entre sí. Si los responsables o las entidades públicas tienen la posibilidad de conocer todas las implicaciones que un acontecimiento en particular tiene en el resto de sistemas urbanos parece más que probable que los futuros problemas se puedan anticipar o incluso que se pueda definir de antemano procedimientos que inhabiliten estas circunstancias negativas. Por ejemplo, una cuestión como el mantenimiento en una carretera para reforzar el transporte por tren y animar a los ciudadanos de esa área a que lo utilicen puede indirectamente tener un gran impacto en la vitalidad económica de la zona y en los servicios públicos que se ofrecen a los ciudadanos.
Una ciudad necesita disponer de tres claves para poder desarrollar las capacidades de inteligencia en toda su dimensión: capacidad para localizar los puntos críticos en tiempo real y aglutinar la información que capta de dicho entorno, enviarla a un centro de control y procesar las órdenes de la forma más adecuada. ¿Cómo pueden las grandes urbes localizar sus áreas más críticas? Las ciudades tienen ya la capacidad de usar diferentes tecnologías de recogida de información, como sensores de posición, cámaras de tráfico o teléfonos móviles. ¿Cómo se comunican las ciudades? Las smarter cities tienen un sofisticado sistema de comunicaciones, compuesto por elementos como las redes de fibra óptica, la tecnología Wi-Fi o el denominado “Internet de las cosas”. ¿Cómo adoptan decisiones más inteligentes? Las administraciones públicas disponen ya de avanzadas tecnologías de análisis y optimización, y de herramientas de operación y predicción que aprovechan los grandes volúmenes de datos (Big Data) que generan las ciudades para tomar las decisiones de forma más rápida y económica.
Este nuevo modelo adquiere una nueva dimensión en el momento en que los propios ciudadanos, mediante sus interactuaciones diarias en redes sociales y blogs, aportan datos que pueden ser fundamentales en la mejora de las estructuras urbanas, dado que son un reflejo del latido real de la ciudad. Muchos de los miles de millones de usuarios activos de Facebook o Twitter aportan, sin ser conscientes de ello, una información de suma transcendencia, por ejemplo, al comentar sus gustos y quejas de la ciudad o al compartir su ubicación.
De la misma forma que en el mundo digital las personas ya no solo se comunican con personas, en las smart cities nos encontramos un nuevo modelo tecnológico en el que los elementos físicos, a través de la sensorización, disponen de la capacidad de ser digitalizados y comunicarse entre sí, y poder adoptar, gestionar y ejecutar decisiones sencillas. Este fenómeno del M2M (“Machine to Machine”) representa el pilar fundamental del “Internet de las cosas”.
Con todas estas capacidades, las experiencias de ciudades inteligentes en todos los continentes y en todas las áreas de actividad relacionadas con el mundo empresarial y con las administraciones públicas nos invitan a pensar que en la actualidad hay que dar un paso más y preguntarse si las ciudades pueden ser aún más inteligentes de lo que ya son per se. Y la respuesta es sí.
(*) Artículo publicado originalmente en la Revista de Antiguos Alumnos de ESIC, enero de 2015.