El software es lo que marca la diferencia
En unos tiempos en los que el factor coste es el que prima de forma general a la hora de tomar decisiones de inversión en IT, conviene que no olvidemos el papel diferenciador que debería jugar la tecnología. Y cuando intentamos identificar cuáles son los componentes que habilitan esta posible diferenciación, nos damos cuenta de que prácticamente cualquier organización empresarial, dentro de un mismo rango de tamaño o sector, tiene acceso a prácticamente los mismos elementos de hardware, software y servicios proporcionados por los proveedores de la industria IT.
Entonces, ¿qué es lo que hace que la tecnología sea un factor diferenciador para una organización empresarial?
Un conocido informe del IBM Institute for Business Value nos puede dar una clave: el papel diferenciador de la tecnología hay que encontrarlo en la forma en la que las organizaciones desarrollan su portfolio de aplicaciones. El estudio revela que la mayoría de las organizaciones encuestadas no se encuentran preparadas para sacar partido a las ventajas de las tecnologías que subyacen en CAMSS (Cloud, Analytics, Mobile, Social Business, Seguridad), y el principal motivo para ello es la falta de mecanismos efectivos de desarrollo de software.
Estos «mecanismos efectivos» van más allá de los aspectos puramente técnicos-metodológicos o de selección de los mejores productos dentro de un continuo técnico-funcional. Cuando hablamos de desarrollo de software en este contexto nos referimos a que esta capacidad deber ser una parte esencial y perfectamente imbricada dentro de la cadena de valor de la organización, no simplemente un habilitador (o, como puede ocurrir en ocasiones «si las cosas no funcionan», un des-habilitador) de tal proceso de generación de valor. Las organizaciones que consigan mejorar su eficacia en el desarrollo y mantenimiento del software conseguirán ser más competitivas. El mencionado estudio nos da una cifra esclarecedora: casi el 70% de las compañías que consideran a su capacidad de desarrollo de software como una fuente de ventaja competitiva son más rentables que sus competidores.
Quizás hubo un tiempo en el que era sencillo ser efectivo en el desarrollo del software: Las plataformas eran pocas y homogéneas, las opciones de diseño estaban limitadas, había un buen ajuste entre la funcionalidad de un paquete y lo que era necesario de cara a automatizar un proceso, etc. Esto ya no es así. La tecnología es ubicua y multiforme, las alternativas para el desarrollo de código se han multiplicado, y las necesidades de integración entre paquetes diversos han crecido exponencialmente al mismo ritmo que los propios paquetes.
La incapacidad para manejar esta complejidad en un contexto de crisis económica nos puede explicar el auge que ha tenido el negocio de outsourcing de aplicaciones, donde IBM ha conseguido un puesto muy destacado en los últimos años. Hemos sido capaces de encontrar soluciones óptimas que equilibran costes y gestionabilidad de un portfolio de aplicaciones. Alcanzado este punto, el siguiente paso que tenemos que lograr con nuestros clientes es convertir este activo no en un problema de costes, sino en una fuente de ventaja competitiva, reforzando, reorientando o reinventando las capacidades y prácticas del desarrollo de software para mejorar su integración en el proceso de desarrollo de valor.
Y esto no es ciencia ficción, los elementos están al alcance de la mano: Cloud es el principal habilitador para ello, tenemos software que soporta modelos de desarrollo colaborativos y continuos, hemos madurado en metodologías y prácticas, y todos los días encontramos ejemplos de cómo el software «bien hecho» hace crecer a las empresas. En IBM tenemos además una ventaja adicional: El día a día de un número muy importante de nuestros empleados en las organizaciones de servicios está dedicado a diseñar, construir gestionar, operar y evolucionar el stack tecnológico de nuestros clientes, desde las infraestructuras a los procesos.
¿Alguna otra empresa de la industria de IT tiene mejor fuente de innovación?